Os habéis fijado alguna vez la cantidad de controles que debes pasar cuando vas a coger un avión? En cada nuevo control te piden (y revisan) información diferente. Además de los que hacen las propias aerolíneas para verificar que tu eres el pasajero que ha comprado el billete, también debes pasar, como mínimo, por dos controles de seguridad: en el primero te hacen pasar por el arco de seguridad y pasan tus pertenencias por los rayos y en el segundo te miran con atención tu documento de identidad y lo escanean para que quede constancia que estás entrando en el país. Pues en el cerebro pasa exactamente igual y, nosotros como educadores, debemos hacer que los controles de cada alumno nos dejen pasar para así poder convertir la información en conocimiento.
Como os comentaba en la
anterior entrada, nuestra amiga SARA es la que permite que los estímulos exteriores pasen o no (este sería el primer control de seguridad del aeropuerto), pero os preguntaréis
¿qué sucede una vez la información pasa las puertas del SARA? La información tiene que volver a pasar otro control, y esta vez los encargados son los cuerpos de seguridad del Sistema Límbico, en especial la Amígdala y el Hipocampo.